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TESTIMONIOS

Uhm… Una reflexión sobre mi etapa del instituto… No sé, nunca tuve la cabeza muy bien amueblada y ahora, 6 años después, faltarán en mi memoria montones de detalles. Empezaremos por el principio. Mi nombre es Pedro, y no destaqué gran cosa. Empecé con notas mediocres, me costó mucho, casi 4 años, hacer amigos, así que gran parte del instituto lo pasé sintiéndome muy solo. A pesar de todo, el objetivo siempre estuvo claro: superar esa etapa para seguir escalando en la etapa académica para llegar a bachillerato y, posteriormente, la universidad.

Cuando somos pequeños, nos preguntan qué queremos ser, y a medida que vamos creciendo, esta pregunta va cambiando, se va convirtiendo en otras como “¿en qué te gustaría trabajar?” o “¿qué te gustaría estudiar?”. Al final, la única importante es la primera: “¿Qué quieres ser?”. No importa tu respuesta, lo único que importa es el camino que sigas hasta llegar ahí. Cuanto más alto el objetivo, más tendrás que luchar por conseguirlo y, cuanto más luches por ello, más cerca estarás de ser tú mismo, de ser la persona por la que has luchado por ser toda tu vida. No importa si eliges dedicarte a cuidar a tu familia y tu casa, si te dedicas a la economía y la banca, a la interpretación y la danza, a estudiar la historia o a la salud. Lo que prima es buscar algo que te llene, que te apasione, que te haga sentir que estás donde quieres y que te haga querer ser mejor.

Actualmente, soy fisioterapeuta, estoy especializándome en neurología pediátrica. Trabajo con niños con afecciones neurológicas, intentando ayudarles a aprender a controlar su cuerpo, a usar las manos, a andar. Las horas de trabajo, las paso riéndome con los niños, revolcándome por el suelo jugando y viendo como, poco a poco, van expandiendo sus límites y aprendiendo a hacer más y más cosas sin dejar de sonreír. Una sola de esas sonrisas ha valido cada segundo de esfuerzo, de estudio. El resto, solo animan a ser mejor y seguir creciendo y mejorando.